Ya desde el título, este excelente libro, no ofrece una mirada diferente de los acontecimientos. Su gran aporte -muy bien documentado- es el enfoque y perspectiva de los sucesos del Baker, que a partir esta publicación, deja de ser un hecho aislado, fortuito, de olvido punible, de individuos anónimos fallecidos en circunstancias desconocidas y lamentables, para insertarse en la historia nacional, como lo que realmente es: una tragedia obrera, de la muchas que ha vivido el país.
La historia, ocultada y olvidada por más de un siglo, no es un hecho aislado. Se inserta en el contexto político-social-económico que vivió el país durante la República Parlamentaria u Oligárquica y la profunda crisis social, moral y política en que se sumerge la nación, donde el Estado no asumió el rol que le correspondía. Entendiendo por ello, a la responsabilidad de velar por el bien común, conducir la integración económica, promover la justicia social, la equidad entre regiones y grupos sociales. También supone, crear las condiciones que favorezcan una dinámica de crecimiento estable, asentamiento de población y distribución equitativa de la riqueza.
Los protagonistas de los sucesos fueron 209 obreros chilotes contratados por la Sociedad Explotadora del Baker, entre octubre y diciembre de 1905. En aquella época -se sigue usando- era costumbre que los campesinos vendieran su fuerza laboral durante la época estival. A quienes desarrollan estas actividades se les conoce como “temporeros”. Lo habitual es que se firme un contrato -de dudosa formalidad- que se extiende por el tiempo que dure la faena. En este caso eran 6 meses, por lo tanto, en mayo o junio del año siguiente (1906) debían ser rescatados. Sin embargo, la embarcación que debía recogerlos no llegó y fueron abandonados a su suerte durante el crudo invierno patagónico.
La historia, que por décadas transitó entre mito y leyenda, comienza a develarse cuando los arqueólogos Francisco Mena y Héctor Velásquez (1998) realizan un estudio de los restos humanos encontrados en el cementerio de la Isla de los Muertos (Comuna de Tortel - Chile). Concluyen que: “las evidencias permiten sostener que la muerte de los trabajadores se debió un brote de escorbuto -motivado por un déficit alimentario, derivado del abandono- y una intoxicación casual por ingesta de alimentos en descomposición, más que por el envenenamiento deliberado, como la tradición oral señalaba”.
Luego, la investigadora y escritora patagónica Danka Ivanoff encuentra y hace pública una carta inédita de William Norris, antiguo administrador de la Compañía del Baker, que confirma los sucesos.
El año 2000, Danka Ivanoff, reuniendo toda la información disponible, publicara la primera edición de su libro “Caleta Tortel y su Isla de los Muertos”. Así comienza a documentarse esta tragedia y las “verdades oscuras y mentiras claras” de las tramas del poder.
Osorio, sospechaba de la veracidad de la información conocida y se pregunta: ¿cómo nadie buscó alguna referencia en la prensa de la época? o ¿Por qué no se hizo? ¿A quién servía el silencio? ¿Porqué, trascurrido más de un siglo, la historia oficial, sigue insistiendo que es un misterio ¿sin resolver?…
Incansable en su afán de buscar la verdad, hace una acuciosa revisión de la prensa del sur de Chile así como archivos del Parlamento y de varias oficinas públicas del gobierno en Santiago. En Julio de 2013, en la sección Periódicos y Microformatos de la Biblioteca Nacional, realiza un hallazgo notable…La nómina de los 59 fallecidos y con ello, la punta del iceberg de un tema mucho más profundo… que la historia oficial no ha querido reconocer.
Sobre el particular, Osorio señala: “la información siempre estuvo disponible para investigarse, sancionar a quienes resultaren culpables y para que la justicia ejerciera las acciones legales que le corresponden”… Pero no se hizo. Y se pregunta: ¿porqué se impuso un manto de silencio? Por qué, diarios de distribución nacional como: El Mercurio, de Santiago y de Valparaíso, El Diario Ilustrado y Las Últimas Noticias, omitieron la noticia y sólo la publican algunos diarios regionales.
A modo de ejemplo, Osorio recuerda que: “La Alianza Liberal de Puerto Montt (11/10/1906) denunció con fuerza el abandono y la tragedia de los obreros y publica la nómina de los 59 fallecidos. El Magallanes, de Punta Arenas el 6/10/1906 señalaba: “Procedente de Punta Arenas, habiendo hecho escala en Río Baker, llegó el vapor “Araucanía” ex “Cambrone” conduciendo 143 pasajeros. Sesenta de ellos vienen enfermos de escorbuto. Dos han muerto al desembarcar” en Chiloé”. La Cruz del Sur, órgano informativo del obispado de Ancud, que en su edición del 6/10/1906 señala: “El jueves (4 de octubre) arribó a nuestro puerto el vapor ‘Araucanía’ procedente de Punta Arenas, rescato a 149 operarios, consignando que había 60 atacados de escorbuto y disentería a consecuencia del mal alimento que tuvieron para nutrirse”.
En consecuencia, la información estuvo disponible, reitera Osorio. Entonces se vuelve a preguntar: ¿Por qué se ocultó? Tal vez porque, asumir esta verdad podría traer altos costos políticos. Tal vez, por las pugnas político-ideológicas del gobierno de Riesco y su rotación ministerial: 17 gabinetes y 73 ministros, uno cada 3,5 meses. Tal vez porque, en medio del enrarecido clima social que vivía el país, donde el movimiento obrero crecía en fuerza y demandas, una denuncia de este tipo lo radicalizaría aún más… Tal vez porque, el o los responsables de la Tragedia de Bajo Pisagua formaban parte de la aristocracia, de la “élite criolla”, de una egregia familia vinculada al poder político y económico... Tal vez porque, afectaría a la imagen de algunos “respetados” y “connotados” hombres de negocios, políticos, miembros del congreso… Tal vez por la uniformidad ideológica de la prensa escrita, su temática y los proyectos político-ideológicos de sus líneas editoriales, que influyen decididamente en la percepción de la realidad que se tiene del país? Tal vez muchas cosas...
Lo que sí es concreto, es que lo que no se sabe, no existe o nunca sucedió… Por ello, parece de simple lógica pensar que publicar la muerte de los trabajadores de la Isla de los Muertos -en medio de tanto descontento, represión y muerte, pugnas políticas, colusión entre los poderes económicos y políticos, tráfico de influencia e inmoralidad- habría sido como “echarle leños a la hoguera” (alimentarla aún más) y por el contrario, desentenderse, minimizar los acontecimientos, no investigar lo sucedido, no sancionar a los responsables, echarle tierra a los sucesos del Baker y cubrir las “cruces” con un manto de olvido y anonimato, era muy conveniente… ¿para los intereses quién o quienes?...